domingo, 27 de mayo de 2007

Despertar

Suena la alarma. Ruido más detestable que conozco, más por el hecho de ser el responsable de interrumpir mis sueños diariamente que por el ruido en sí. Aunque tengo que reconocer que si no fuera tan odioso, no me despertaría. Así que, finalmente, cumple su función. (Lo cual no me priva de aplastarlo contra la mesa de luz cada vez que desempeña su trabajo exitosamente).
Me quedo unos momentos más en la cama, esperando que venga a mi cabeza el plan del día, y sobre todo la razón por la que puse el despertador a las 8:30 de la mañana en un domingo. No muy lejos, y amortiguado por la ventana cerrada, escucho pasar algunos autos y colectivos. Me resigno ante la idea de que viviendo en un segundo piso a dos metros de una avenida, ni siquiera un domingo a la mañana la calle va a estar completamente desierta. Al salir de mi cuarto, el ruido de la calle va desapareciendo y es reemplazado por los sonidos de mi propia casa. Paso por el baño, en el que no tengo intenciones de detenerme por el momento, pero el gotear de la canilla me obliga a entrar y cerrarla por completo. Manía familiar la de nunca cerrar la canilla enteramente. O quizás distracción arraigada. O simplemente desinterés. Tratando de no pensar en el agua desperdiciada, sigo mi camino. Al irme acercando al cuarto de mis papás, percibo cada vez con mayor intensidad la tranquila respiración de mi mamá y los inevitables ronquidos de mi papá. Les cierro la puerta, que con alivio descubro que no realiza ningún chirrido. Al entrar en la cocina, ya es completamente otro mundo. El sonido vehicular es reemplazado por el ulular de las palomas que habitan el corazón del edificio. Por alguna razón, escucharlas me causa gracia. Ante la tranquilidad reinante en la casa, el tic-tac del reloj de pared se vuelve protagonista, casi marcando el ritmo de todo lo demás. El pitido de la pava me saca de mi ensimismamiento anunciándome que el agua ya hirvió, y, café en mano, me dirijo al comedor y a su cómodo aunque crujiente sillón. Un zumbido molestamente parecido al de la heladera me llama la atención. Es el equipo de audio, que aparentemente se rehúsa a darse por enterado de que es de mañana, que es domingo, que están todos durmiendo, y, lo que es más, que está apagado. Con el zumbido aún perforándome de a poco, prendo el televisor, que por suerte me invade con sus sonidos y sus imágenes, y me sumerge por un ratito en ese mundo paralelo que se desarrolla más allá de mi relativamente acontecido micromundo mañanero.

1 comentario:

M dijo...

Creo que...
Buen día =)
Besotes Ju, espero que hoy no te hayan matado en la facu.
Te quiero!